Hay hombres que como fogonazos esperan en el futuro convertidos en personajes o santones. Generaciones enteras como aves incandescentes se precipitan hacia ellos. Cuando llega el tiempo de volver la vista atrás, en las cenizas se ven los materiales de que estaban hechos los sueños de esos hombres. Uno de los que más ha influido en la humanidad reciente ha sido Jean-Jacques Rousseau.
Rousseau, como un nuevo Prometeo, se creyó con fuerzas para rescatar a la humanidad del desvalimiento en que había caído desde su bondad preternatural. Así que le ofreció un conjunto de ideas que de seguirlas se conseguiría la felicidad universal. Estas eran esas ideas:
Popularizó el culto a la naturaleza, el aire libre, la espontaneidad, en contra de los artificios de la civilización urbana (educación moderna);
Avisó contra las progresivas y graduales mejoras del desarrollo materialista. La razón no es suficiente, es necesario acudir a la intuición, la poesía, el instinto para completarla (Romanticismo, introspección);
La evolución social corrompe la bondad natural del hombre. "El hombre nace libre y en todos los lugares vive encadenado". El hombre se torna competitivo y codicioso, se aísla y destruye el sentido comunitario innato. (Contrato social);
La competitividad y la propiedad capitalista están en el origen de la alienación del hombre, idea que influiría decisivamente en Marx. "Los frutos de la tierra nos pertenecen a todos, la tierra a nadie". (Crítica del capitalismo).
Huérfano de madre desde su nacimiento, tuvo que buscar damas burguesas que deslumbradas por su inteligencia, le hiciesen de madres y valedoras. Así Mme. de Warens que le atendió generosamente, pero a la que no socorrió cuando ella empobreció. Se convirtió en amante permanente de una lavandera, Thérèse Levasseur -durante 33 años-, de la que dijo, "nunca sentí por ella el menor atisbo de amor... las necesidades sensuales que satisfice con ella fueron puramente sexuales y no tenían nada que ver con ella en tanto individuo". Nunca salió con ella de casa y cuando invitaba a gente a cenar, no le permitía sentarse a la mesa. Fue rompiendo con cada uno de sus amigos y benefactores, como Diderot, Hume, Mme. d'Epinay, los hermanos Grimm, Voltaire, de los que dijo pestes públicamente.
El episodio más escabroso de su vida, en contradicción con sus ideas, tiene que ver con sus hijos. La mejora de la educación fue uno de sus temas más importantes, pero a los cinco hijos que tuvo con Thérèse los depositó en la puerta del hospicio nada más nacer. Nunca más quiso saber de ellos, condenándolos a una muerte pronta, como les ocurría a casi todos los niños abandonados. Quizá por eso defendió en el "El Contrato Social" la necesidad de crear un estado que se ocupase incluso de las necesidades vitales de sus ciudadanos y de su educación desde la más tierna infancia, sustituyendo a la familia como institución responsable de cubrir esas necesidades mínimas.
Rousseau ha pasado a la historia como el prototipo de virtuoso que esconde bajo aparentes autoinculpaciones (en sus Confesiones) una malvada astucia para hacer verosimiles las infundadas acusaciones a sus enemigos. De él dijo Diderot, "se describe a sí mismo de la forma más odiosa para dotar a sus injustas y crueles imputaciones una apariencia de verdad".
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