El caso más espectacular de pérdida es el de Crisipo. Se
dice de este filósofo estoico que escribía 500 líneas diarias. Diógenes Laercio
le atribuye 705 obras, pero no se ha conservado ninguna. Algo mejor suerte
tuvieron Zenón, Jenófanes, Demócrito o Epicuro, prolíficos escritores de los
que sólo se han conservado, sin embargo, unos pocos fragmentos. ¿Pero en que
escribían los antiguos? Por supuesto en arcilla -las tablillas de barro en que
comenzó la escritura en algún lugar de Mesopotamia-, en pieles de animales -vacas
y cabras-, en tela de lino, en corteza (liber) o en las tablillas de
madera que se pintaban de blanco o se enceraban. Sin embargo, lo que más éxito
tuvo fue una planta acuática del Nilo, el papiro, de cuyo tallo se preparaban
las láminas para la escritura en forma de rollos (volumen). Así
escribieron los egipcios, los griegos y los romanos. Estos dieron un salto
para facilitar la lectura cuando sustituyeron el volumen o rollo de
papiro por el codex o libro formado por hojas de papiro o también de
pergamino. Este terminaría por imponerse en la
Edad Media.
El conjunto
de papiros más importante fue el descubierto entre los años 1752-54 en la Villa dei Papiri
de Herculano. 1800 papiros o fragmentos valiosísimos para conocer el legado
helenístico.
El papiro
dejó de usarse en Europa en el siglo VIII, tras la conquista de Egipto por el
Islam y el papel no llegó a utilizarse de forma masiva hasta el XV, poco antes
de la invención de la imprenta. Durante ese intervalo la producción bibliográfica
europea se hizo sobre pergamino en códices.
Fue en la
época de Harun al-Raschid de Bagdad cuando se generalizó el papel. Las
necesidades burocráticas –despachos y documentos oficiales- habían crecido
tanto que el pergamino de piel no bastaba, así que se acudió al invento que venía
utilizando la burocracia china desde hacía siete siglos, el papel fabricado con
fibra de bambú. Ya en el siglo XII se tiene constancia de molinos de papel en la España cristiana, en
especial en Toledo. Los más antiguos en papel son mozárabes y están escritos en
árabe. Se tiene constancia de que en el reino de Granada había unos dos
millones de códices, luego mandados quemar por el cardenal Cisneros. (Debo
estos datos a Andrés Martínez Lorca: Introducción a la filosofía medieval).